En el porvenir imaginado por la brillante escritura de Gaëlle Obiégly (Chartres, Francia, 1971), la idea de revolución ha cedido el paso a la aceptación de un desastre capaz de provocar cambios inevitables: el colapso de las comodidades humanas, el fin del dinero, la llegada del homo sapiens poshumano. Y sin embargo, además de funcionar como cronista subordinado del poder, Daniel (personaje principal de esta penetrante narración) también nos sugiere (a ti, a mí, a quienes lo leemos) otra cosa, «algo muy serio y al mismo tiempo para nada serio»: que la libertad no es un bien difícil de perder, que la humanidad encuentra maneras, tan bellas como absurdas, de resistirse a su propia autodestrucción.