La relación entre psicología e historia no acusa una coordenada entre dos ciencias ni el entrecruce de dos tradiciones. No anuncia un nuevo campo de estudio ni suscribe el apartado postal o el norte hacia una ciencia en el nuevo milenio. Lo que señala antes bien es un hueco. un extravío. una bancarrota del presente. Cuando a mediados del siglos XIX. la psicología de los pueblos se sospechaba como un campo portentoso de conocimiento. un continente del tamaño de lo que ocuparían después las ciencias humanas y sociales. dudar en voz salta sobre si en efecto existían relaciones entre psicología e historia. era como hacerlo sobre si el agua moja. Por el contrario. la certeza se confirmaba en que. por ejemplo. el proyecto integraba a la filología como parte de su campo de estudio. Quizá no sea casualidad que uno de los pioneros de esta discusión haya terminado proponiendo una filosofía para las ciencias humanas y sociales. que no debiera nada a las ciencias exactas. Quizá de ese tamaño es la posibilidad de una psicología histórica o quizá. como se ensaya en este libro. tenga algo de oxímoron la peregrina idea de pensar la posibilidad o la necesidad de una psicología histórica.