A través de este breve ensayo, Camila Henríquez Ureña expone en una serie de cuestionamientos el fin meramente estético de la obra literaria, recordándonos que su variedad corresponde a la necesidad de cada lector y que no es necesario ser un experto o profesional en la literatura para disfrutar de una buena obra, sino que es un ejercicio y un gusto que se cultiva.