Marisa Vicentini Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1971, donde reside en la actualidad. Es Técnica en Turismo y Licenciada en Historia. Pasó parte de su infancia en Montreal, Canadá. Sus primeras lecturas fueron los cuentos folclóricos anglosajones y libros de terror norteamericanos. Su interés por lo oculto, el horror y lo inquietante se ha plasmado en El Fantasma del rosario su primera novela, así como también, en numerosos cuentos y relatos. Actualmente se dedica a escribir novela histórica apelando al suspenso y a lo inquietante como marca personal de su obra. Acerca de la novela -Mi nombre, señora, es Esmeralda, me crie en Cartagena de Indias, en el Virreinato de Nueva Granada, en la casa de doña Isabel de Urbino, dama descendiente de conquistadores y persona de la más alta sociedad. No soy y nunca fui una esclava. Soy mujer libre ante la ley de nuestro señor Rey siempre lo seré. Lo que usted, su marido y todos han hecho conmigo es un crimen, una grave violación a las leyes de las Indias. Un jesuita me instruyó y me educó en la fe de nuestro señor. Sé escribir, sé leer y he vivido más cosas en pocos años que las que usted vivió en toda una vida haciendo estúpidos bordados y yendo a misa. La esclava había quedado petrificada. El mate rodó sobre la alfombra. La señora estaba con la boca abierta, los brazos colgando. Balbuceó algo incomprensible, pero finalmente lo único que pudo hacer fue ponerse a gritar. Unos soldados entraron y sujetaron a Esmeralda que pateaba e insultaba histérica mientras la sacaban de la casa agarrándola del pelo Les quitaron las cadenas de los tobillos y alguien empujó a Esmeralda hacia la hilera que formaban los negros esqueléticos y desahuciados en la proa del barco. Hombres, mujeres y niños cuyos cuerpos parecían ramas secas dobladas por su propio e insoportable peso Nada de lo que pueda escribir en este párrafo que, quizás, usted esté leyendo con premura, puede darle una idea cabal e integra de lo que es esta novela. Podría decirle que Esmeralda es un nombre que va a recordar de manera entrañable y nostálgica, como una siesta de verano de la niñez. Tal vez podría mencionarle que cuando usted vuelva a usar guantes, en el preciso instante que la tela se adhiera a sus manos, tibia y acogedora, recordará los incidentes en el arroyo de Leyes. Le aseguro (mire lo que le digo) que, luego de esta lectura, dejará de pensar que los vaivenes de la historia y los viajes temporales solo se hacen a bordo de un Delorean. Porque habrá experimentado la exquisitez de la maquina narrativa de Vicentini. Luciana Baca.