Los cuatro relatos aquí reunidos no versan sobre monstruos (es decir, gente cuya naturaleza intrínseca es el mal) sino sobre posesiones, sobre el mal como entorno, como posibilidad y como fuerza. Esto también explica por qué los personajes de Machen no parecen meramente retorcidos o enfermos sino extáticos, transfigurados: estan, literalmente, poseídos. Y si en sus peores momentos esos personajes resultan fascinantes no es porque Machen esté apoyando o mitificando el mal, sino porque lo está diagnosticando.