Creo que esas historias (pequeñas historias, probablemente) entre Lucinda, Alberto y yo, no pasaron de ese curso. Tengo ideas de brevedad, por parte de él, sobre todo. Pero nos dieron muy mala fama fácil. Se decía, como parte de nuestro decadentismo malevo, que estábamos liados entre nosotros, que hacíamos tríos. Eso contribuía, entre ese mundillo pacato, a nuestra extravagancia y desarreglo de los sentidos. Sin embargo, todo o casi todo era sólo apariencia, es decir, relativa mentira. (Y el rostro ya no era/ Y la nieve caía sobre mi rostro.)En casa de Lucinda a veces con aquella mamá suya, Adela, tan exquisitamente vampírica, pero tan delicada continuaban unas cenitas de salón, que luego terminaban en muchas copas entre tantos amigos comunes. En una de aquellas cenas, quiero decir, en la oscuridad de después, creo que una noche es muy nebuloso el recuerdo, por el alcohol probablemente terminamos en una habitación del fondo, apenas iluminada, y acaso tendidos en la alfombra Esta novela con fondo real, nos dice Luis Antonio de Villena quiere ser una elegía por el paso del tiempo, centrada en una juventud aparentemente feliz (sólo aparentemente), porque en la juventud es donde no hay tiempo, y donde el joven llega a creer sentir que no lo hay.