En las últimas décadas aumentaron los consensos, la documentación y las instituciones públicas y privadas tendientes a revertir la pérdida y los efectos de minorización que pesa sobre las lenguas, identidades y culturas en todas las latitudes de la humanidad. Una consecuencia positiva de esta tendencia es que han emergido acciones de conocimiento mutuo, de cooperación y solidaridad para contrarrestar prácticas asimiladoras y hegemónicas de cambio de lengua e identidad en las sociedades multiculturales contemporáneas. Sin embargo, aumentaron también efectos perversos con la edificación de fronteras de exclusión entre pueblos y comunidades interdependientes, en regiones-destino de la movilidad contemporánea, revelando que la reorganización sociocultural y la apertura multilingüística e intercultural se encuentran en fases insuficientes y poco generalizadas en todas las regiones del planeta.